martes, 11 de diciembre de 2012

EL ACTO SOTRETA



Un día lluvioso como éste, que es ideal, gracias a las bajas temperaturas castigadoras de julio, más de la mitad de los empleados faltaron a la oficina porque estaban enfermos. .Yo, solamente yo, que me adapté al gélido aliento del invierno, todos los días que la calle me abrigó, podía soportar ese infernal clima.

Era casi de noche, ya cambiaban de turno, y continuaba el frío, que no dejaba en paz ni al más santo. Casi eran las siete, el camión y la camioneta no tardarían en llegar.


Aun así, con los nervios del incómodo momento, se podía apreciar lo que me rodeaba. Con tantos segundos casi infinitos antes del acto planeado, casi sentía las gotas caer en la tierra, salpicando como en cámara lenta, sintiendo el lento paso del tiempo, casi observando cómo envejecían los minutos al pasar.

El día estaba muy tranquilo, los locales se encontraban casi vacíos, con la presencia de un incómodo silencio. Sólo existía el ruido sordo cayendo sobre el asfalto, sobre el pasto y la tierra de la plaza. Sólo se veía algún empleado municipal limpiando, o soportando junto conmigo y otras personas el ataque del frío mientras se aproximaba la noche.



Héctor llegaba y me soplaba al oído:
-Faltan tres minutos.

 A partir de entonces me encontré envuelto en nervios, totalmente asustado, ese tremendo golpe no era de poco sentir. El tiempo ideal se terminó convirtiendo en algo sólido y concreto, donde todo se resumía a ese instante.

Y pensar que hacía un mes no me hubiera imaginado esto, esculcando la basura, tratando de mantenerme en pie con lo que la gente tira a la calle. Sin importar nada.  Sin sentir el dolor de los demás al ver semejante desperdicio. Pero no me culpen, para alguien sin nada que perder, hasta el acto más ruin sería aceptado con lo que se me ofrecía.
           
Ese hombre, Héctor, me abrió los ojos, me mostró que ante el egoísmo de la sociedad que nos rodea hay dos opciones: la primera es sufrir las consecuencias que ella misma impone y, la segunda, cambiar tu historia siguiendo la corriente.


             
También recordé que nunca nadie me apoyó.  Nací pobre, y no me resignaré a morir igual. Yo siempre, como la mayoría de las personas, imaginé un mejor futuro, con una familia que sustentar, unos hermosos hijos y un gran trabajo. Pero me tocó sufrir este cruel destino.
          
El momento estaba próximo, y entonces Héctor me susurró:
        
-Quedan dos minutos.
        

Prometimos no contar el minuto uno, era demasiado difícil.
 Al día espantoso, se le agregaban los nervios de la situación, con la que mi temprana vejez no podía soportar ese poderoso minuto.
 Pasó un largo tiempo, casi una eternidad pero finalmente, me dijo:
 -Ahora.
       

Llegó el camión puntual, como siempre, y la camioneta lo venía siguiendo. El asalto comenzaría recién cuando el camión que llevaba el dinero alcanzara a detenerse, y el cambio de turno, no podía llegar con mayor precisión.
         

Por fin, el momento tan ansiosamente esperado había llegado. El camión se detuvo por completo, y entonces hice mi entrada. Me levanté bruscamente del banco y fui directamente hacia el conductor del camión. Con mi facha habitual de mendigo me dirigí rápidamente hacia él. Lo detuve (ya que el conductor estaba próximo a bajarse) y le dije:
      

-¡Disculpe mi amigo! ¿No tendrá algo para ayudar a este pobre hombre?
  Él me respondió con flaqueza y un poco de desprecio:
  - Lo siento, no tengo nada.
        
Entonces di la señal a mis camaradas. Junto con ellos,  sacamos nuestras armas, y los hombres que estaban escondidos en la camioneta se bajaron para intimidar a los hombres que se encontraban adentro del camión. Entonces, bajé bruscamente al conductor mientras un tercero atacaba y bajaba del vehículo al copiloto.
      
Todos tenían que ser actos fugaces, ya que la policía no tardaría en llegar. Rápidamente, nos apropiamos del camión. Mientras Héctor y los demás se subían a la camioneta, rápidamente aceleramos a fondo y nos detuvimos bajo un puente, donde la policía no se atrevía a buscar.
       
Desaparecimos con celeridad de la escena, bajo la sombra de aquel puente. Resurgimos, después de unos días, cuando el clima terminara de ser turbio (cuando ya no habían policías cerca).

Cada uno tomó su parte y su propio camino. Héctor, como los otros, desapareció del país y nunca supe de ellos.
       
En cuanto a mí, tomé demasiado dinero como para fundar mi propia compañía, lo cual era un sueño alimentado por mis padres desde mi infeliz niñez. Crearía una fábrica de golosinas, de todo tipo, no sería muy difícil, comprar enormes maquinarias, contratar empleados , y tener una buena estrategia para que la compañía creciera.
          

Y ahora, aquí, algunos años después mi compañía crece, cada vez más, satisfaciendo la demanda de clientes de muchos países con la calidad de mis dulces,  empleando a mucha gente en la fábrica.
       
Tengo mi familia deseada, con un hijo de un año y otro en camino. Completamente feliz de mí logro. Aunque algo culpable, porque esta historia demuestra lo que Héctor me dijo: “hay que seguir la corriente”. Todo demuestra que nuestra sociedad está formada para que una persona como yo triunfe. Un ladrón. Un sotreta.
        

Hoy, sentado en mi sillón de gerente, recuerdo aquél libro cuyo título era “Economía del comportamiento”, en el cual aprendí que incluso los delincuentes calculan la rentabilidad de su oficio: el delito. El riesgo existe en toda actividad humana, más aún si se trata de una actividad delictiva. El delincuente es un ser racional que mide costos y beneficios; compara el botín de la fortuna a obtener contra la condena que sufriría si es descubierto, multiplicada por la probabilidad de ser  efectivamente detenido.  Yo creo que en mi inconsciente efectué esta comparación pero no era realmente consciente de ello. En este tipo de actividad donde no existen límites de moral ni escrúpulos, el costo es la pérdida de la libertad o de la vida. 

¡Cuánta habrá sido mi desesperación para asumir semejantes riesgos! Pero, afortunadamente para mí y las fuerzas del mal, aquel evento que significó un desvío de la moral y de las normas básicas de comportamiento en sociedad me salió bien. Hoy soy miembro de la Federación Económica y del Consejo Empresario de la ciudad de Nomeacuerdo..
          

Aún visito la plaza, y observo lo que me rodea, advierto cómo cambian las cosas de un momento a otro. Porque el asalto, aunque con días de planeación, duró lo que la gota de lluvia al caer: un instante, un segundo eterno. 

El tiempo es una fuerza traidora, que fatiga las almas de todos los seres.  



Juan Pablo Doberti - Escuela Normal - 5º4º-  -2012 © all rights reserved

LA ODISEA DEL HADA



Había una vez... Hace muchos muchos años... Un bosque encantado... Allí vivían muchas criaturas, como elfos, hadas, duendes... También había criaturas de la noche... Muy peligrosas...


Pero sobre todo abundaban seres de luz... Era un bosque precioso, estaba repleto de árboles frutales, el color verde impregnaba cada rincón... La luz del sol entraba por entre las ramas de los árboles haciendo que todo brillara con intenso color... Y por la noche la luz radiante de la luna iluminaba la superficie del lago, el cristalino lago, donde los seres contaban que vivía una hermosa dama, pero en realidad ninguno la había visto, ninguno excepto Anahí... Una pequeña hadita que vivía en la copa de un árbol...

La dama se decía que sólo se aparecía a los de corazón puro. Una noche oscura, un elfo, extraviado de su largo viaje de expedición a su antiguo hogar, se perdió en el bosque, caminó durante horas, sin rumbo fijo, preguntándose qué lugar estaría pisando, y en un pequeño claro, sobre el que había un obelisco, paró a descansar. Inspeccionando el lugar, encontró un pañuelo bordado con seda blanquísima y oro en los bordes...


El elfo recogió el pañuelo bordado y lo guardó en su bolsillo. Paso allí la noche, y al alba partió de camino a Qualinesti, su hogar. Al día siguiente, al atardecer, estando Anahí sentada en la copa de un árbol, contemplando el cielo pintado de acuarelas, escuchó algo que le perturbó. Parecía un llanto, un débil y triste llanto, en las proximidades del lago...


Anahí bajó de su árbol y se acercó por entre los matorrales a investigar el origen de tal desconsuelo. Cuál fue su sorpresa al encontrar a Isil, la dama del lago, arrodillada en el suelo, con las manos cubriendo su rostro y llorando amargamente...
Aún entristecida, era la mujer más hermosa que los ojos de Anahí contemplaran jamás. La pequeña hada se acercó, cautelosa.. y agachándose junto a la dama, cariñosamente le preguntó:
- ¿Qué mal te provoca tal desesperación?
Anahí, consciente de que la dama jamás se aparecía a nadie, dio por supuesto que no le respondería, pero Isil volvió el rostro y contempló a la pequeña criatura. Las lágrimas acariciaban sus mejillas, sus ojos, cristalinos, parecían quebrarse al parpadear.
- He perdido mi pañuelo -respondió Isil, y rompió a llorar con más fuerza.
El hada se sorprendió, y como el llanto de la joven le partía el alma respondió:
- Yo recuperaré ese pañuelo, pero dime, ¿dónde lo viste por última vez?



 -Anoche en el lago se me debió caer... pero cuando volví a buscarlo me pareció ver a un caballero y me asusté-
 -Vivo sola desde niña, escondida en el bosque, más allá del lago. Ese pañuelo es lo único que tengo. Era de mi madre -dijo Isil
-y por qué no le preguntaste al caballero por tu pañuelo?- preguntó Anahí
- Tuve miedo... nunca hablo con nadie -le respondió Isil
-No te preocupes! Ahora mismo salgo en busca de ese caballero pero por favor no llores!- dijo Anahí con una sonrisa

Y así fue. El Hada partió a buscar al caballero, y preguntó a todos los animales por el hombre que Isil había creído ver. Todos le dijeron lo mismo:
- Tomó el camino a Maraqua. Pero cuidado, pequeña Hada. Una guerra acecha en tierras de los Elfos.


Así que ella, que nunca había salido del bosque, emprendió la marcha, pues ninguna relación hay entre su tamaño y su valentía. Decidió mejor no seguir los caminos y viajar sólo durante el día buscando sitios apropiados para descansar...

Una mañana en la que la brisa refrescaba el cálido día, empezó a sentir un temblor, como cascos de caballos, así que se ocultó en los arbustos. Estaba llegando ya a la comarca de Maraqua, y efectivamente eran tres elfos a caballo, uno de ellos portaba una bandera que no era familiar, pues no conocía esos lugares. Esto la asustó y cuando los caballeros pasaron prosiguió el camino más sigilosamente.

Cuando llevaba media jornada y se disponía a descansar, escuchó un movimiento de arbustos que la dejó de piedra, se incorporó llevándose un gran susto.Pues esa maleza la recorría el cuerpo de un elfo herido:
-AAAAAHHHH!!!! quien eres?!?!- dijo Anahí muy asustada

- A-ayuda...ayudame! -dijo el elfo con la respiración entrecortada- me han robado, saltaron desde los árboles..-toma un respiro-..me dieron un golpe en la cabeza, se han llevado todo.

Anahí asustada no sabía bien qué hacer, si ayudar al elfo o salir de allí corriendo. Pero su buen corazón le pidió que lo ayudase, y eso hizo. Sanó sus heridas. El elfo lo agradeció.
- ¿Qué fue lo que te robaron? -preguntó Anahí

- Todo, mi oro, mis provisiones , hasta el pañuelo... -respondió él.
- ¡Pañuelo!, ¿Qué pañuelo? -preguntó el Hada con sorpresa.
- Pues lo encontré en las orillas de un lago cercano, era blanco y sedoso, con bordados en oro, ¿Por qué? -dijo el elfo.

- Es de la dama del lago, tienes que ayudarme a recuperarlo... Por favor... -le rogó Anahí
El elfo y la pequeña hadita Anahí caminaban a distinto ritmo sendero abajo, ella ponía más entusiasmo y menos prudencia y él, en cambio, ponía la prudencia que a ella le faltaba y se dejaba guiar por el entusiasmo que no poseía a causa de su herida que aunque sanaba, dolía... Pararon en seco:
- ¿Por qué es tan importante ese pañuelo? -preguntó Yuka , el elfo herido.
- pues verás... -dijo Anahí- Ese pañuelo pertenece a una amiga...
- ¿Ah si? -dijo el elfo- ¿A quién?
- Pues... a una niña que he conocido... y es muy importante para ella recuperarlo -respondió Anahí.
- ¿Por qué? - preguntó Yuka
- ¿Nunca has perdido a algún ser querido?
Yuka, el elfo, bajó la mirada mientras asentía al hada:
- Sí... perdí a mi familia hace tiempo...

- Lo siento... - dijo Anahí.
- Fue en una batalla contra los Monopolorcos, ellos arrasaron mi pueblo y quemaron a toda mi familia.
Anahí cogió entonces la mano de Yuka y la apretó con fuerza.
- Tranquilo... ¿Sabes qué?, Los seres queridos jamás nos abandonan -dijo Anahí con una pequeña sonrisa- Siempre quedan en nuestro corazón para la eternidad y en nuestra mente... Pues siempre los recordamos cuando menos lo esperamos, en cualquier situación alegre, o triste, en cualquier celebración... Siempre están con nosotros-.
Yuka asintió con lágrimas en los ojos
- Tenés razón, siempre están conmigo..-
- Bueno.. a mi amiga sólo le queda el recuerdo de su madre en ese pañuelo, es lo único que le queda de ella, y es por eso que desea tanto recuperarlo-

Yuka abrió los ojos de par en par mientras secaba sus lágrimas con el dorso de su mano.
- ¡Pues vamos a recuperarlo!- dijo
Anahí sonrió ampliamente mientras asentía - ¡Vayamos pues!.
Y fue así como ambos, hada y elfo, emprendieron camino siguiendo las huellas de los cascos de los caballos.

Estos dirigían hacia un reino llamado Fantasy un reino donde no era difícil entrar... Pero sí muy difícil salir, ya que contaban, que todo el que llegaba a esas tierras era seducido por sus sueños más deseados, para que así jamás abandonasen el lugar, y mientras tanto se adueñaban de su voluntad y hacían con ellos lo que querían, como hacerlos trabajar en las minas... En las minas de oro del Rey Goldor..Siguieron pues el sendero y al subir una colina pudieron apreciar entre las brumas de la mañana el inmenso castillo de Fantasy... Se alzaba arrogante ante ellos, ambos se miraron boquiabiertos. Era impresionante y sobre todo. Atrayente... Anahí y Yuka sentían que algo les empujaba hacia aquel lugar. continuaron acercándose, embobados, en lo alto del castillo vieron una bandera con el diseño del pañuelo y se quedaron extasiados y muy extrañados mirándolo.Una figura salida de las nubes, grumosa y de aspecto vagamente humano, se les presentó de 
improviso:

- ¡Jajaja! -rió atronadoramente- ¿Asi que son ustedes los que buscan el pañuelo?

- Ehm... sí -respondieron al unísono

- Bueno... ¡¡Pues para ello deben someterse a una prueba!! -dijo la horrible figura.

- ¿Qué tipo de prueba? -preguntó Yuka

- El elfo es curioso -dijo el ser- Lo comprobarán pronto.

La criatura chasqueó sus dedos, y teleporto a los tres a su castillo de las nubes de Fantasy, para realizarles la prueba.La "figura" condujo al elfo y al hada a una pequeña habitación del castillo, donde había dos sillas y una mesa. Sobre la mesa había unos alambres unidos entre sí. La figura habló:

- La prueba consiste en separar esos alambres sin romperlos. Deberán conseguirlo antes de media noche. Si no lo logran... permanecerán aquí toda la eternidad.

Y desapareció en las sombras. El elfo y el hada se miraron mutuamente... Miraron los alambres... y estallaron en carcajadas:

- ¡¡Qué prueba más estúpida!! -dijo el elfo- ¡¡Esto lo hago yo con los ojos cerrados!!

Después de siete horas intentándolo ya no sabía qué hacer para separar los alambres. El hada, sin uñas ya de tanto mordérselas, rumiaba en un rincón:
 Con los ojos cerrados... con los ojos cerrados... ¡¡Sí, ya veo!!.
- ¿Acaso crees que puedes hacerlo tú mejor? -dijo el elfo airado y le arrojó los alambres, que al chocar contra el suelo se separaron.
- ¿Acaso crees que puedes hacerlo tú mejor? -dijo el elfo airado y le arrojó los alambres, que al chocar contra el suelo se separaron.
El hada y el elfo se encontraron de nuevo en el camino, no había ni rastro del castillo, y una voz se escuchó a lo lejos:

- Por esta vez han ganado... pero volveremos a encontrarnos.

Y en el suelo apareció un pañuelo...


El hada saltó de alegría, el elfo se secó el sudor, cogieron el pañuelo y emprendieron rumbo al lago, en busca de la niña
Cuando llegaron al hogar del hada, la niña esperaba sentada junto al lago. Se acercaron y ella los miró sonriente:

- ¡¡Me han traido mi pañuelo!
 ¡¡Siii!!-dijo Anahí gritando de emoción-
¡Lo hemos recuperado!
Mil gracias querida hada -dijo la niña.

- Pero no sólo ha sido gracias a mi, también ha sido gracias a Yuka -el hada señaló al elfo sonriendo.

- Acerquense -dijo la niña.

Cuando Anahí le devolvió el pañuelo este desapareció! Y la niña se convirtió en la mujer del  lago-


- Queridos  Anahí y Yuka-dijo la hermosa mujer con su dulce voz- Soy Isil dama del lago.. Verán, lo importante de esta búsqueda no era el pañuelo en sí, sino encontrar compasión y solidaridad hacia otros seres, de aquí espero que ayuden a tantas personas como me ayudaron a mí, ahora se que sus corazones son puros y son de fiar.. les encomiendo esa tarea.Ayuden a tantas personas como se los permitan sus años de vida.
La dama desapareció y Anahí y Yuka se miraron atónitos el uno al otro… pero al cabo del tiempo culminaron con una sonrisa, ahora ya sabían los que le deparaba el futuro, un arduo trabajo en equipo para ayudar a los mas necesitados.
Al cabo de un tiempo la dama del lago les encomendó una misión. Los mandó a un mundo en el que la maldad y la pobreza reinaba. Aquel mundo era llamado “La tierra”.
Nuestros jóvenes aventureros se asombraron con lo que vieron. Habían unos seres, llamados humanos, éstos pasaban hambre, se degradaban unos a otros, se maltrataban, se hacian el mal entre ellos. Anahí y yuka se miraron con tristeza pero determinación a la vez, sabían que tenían una gran misión que cumplir, ayudarían a los humanos a cambiar su mundo, y no descansarían hasta lograrlo…

Fin.

Julia Delgado - Escuela Normal - 5º4º-  -2012 © all rights reserved

El deseo del sirviente



            Todo sucedió un día de otoño, en el reino de Andalacía. Era un lugar perfecto donde no se pasaba hambre y se desconocía la falta de dinero e la infelicidad. Andalacía contaba con robustos árboles que separaba el castillo del pueblo.    


            Al mediodía, un infeliz sirviente de la reina caminaba por el bazar. Él era un hombre pequeño, gordo y ambicioso. Odiaba a su reina, ya que consideraba que todos los pueblerinos podían tener más dinero del que él tenía. Por eso tenía  un deseo: ser rico y poseer todo el dinero de la aldea, que los sirvientes hicieran lo que él pedía. Pero lo que deseaba profundamente, era no escuchar a la odiosa reina. 

            Todo esto pensaba, hasta que un brujo lo interceptó en su camino, diciendo:
            -Entonces quieres ser rico, yo puedo hacer que lo seas.-
            Extrañado y un poco asustado por lo que había escuchado, el sirviente respondió:
             – Sí, quiero ser rico. Más que nada en el mundo, ese es mi deseo.
            - Muy bien, entonces solo tenés que firmar este pequeño papel y tu deseo se hará realidad. Pero con una condición…
            - Haré lo que quieras, pero solo haceme rico.
            El apresurado sirviente tomó el papel y lo firmó sin saber cuál era la condición que el brujo pedía. Cuando terminó la última letra, todo desapareció. 



           El bazar y el brujo ya no se encontraban y el pequeño sirviente apareció situado en la puerta del palacio.
            Enojado, el sirviente fue a buscar a su reina para pedirle que ejecutara a ese estafador brujo. Pero cuando cruzó el umbral de la puerta todos le hacían una reverencia y una mujer vestida de sirvienta se acercó a él
            -¿Desea algo señor?-
            -¿Señor?- Se preguntó el sirviente, desde cuando le preguntaban si deseaba algo.
             Cuando la mujer levantó su rostro el sirviente la reconoció. Era la reina



            El brujo no solo lo había hecho rico sino que lo había hecho rey de todo el Estado.
            Los meses pasaron y el sirviente, convertido en rey, trató de hacerse cada vez más rico, dejando a los pobres aldeanos sin un centavo para comer, ya que los impuestos aumentaban progresivamente.
            Hasta que un día, los guardias del reino trajeron como prisionera a una mujer que no había pagado los impuestos y adeudaba dos meses. Cuando se la llevaron al rey, él la reconoció inmediatamente.  Era María.
            María estaba más vieja y delgada desde que él la había visto por última vez.
            -¡Oh María! El dinero y el poder me han hecho olvidarme de vos. Pensaba el apenado rey.

            De inmediato ordenó que asistieran a esa extraña mujer y que le avisaran que a partir de ese día viviría con él.
            María, cuando escuchó esto, se negó
             –Prefiero morir que vivir con un miserable como usted.
            El sirviente dolido y triste, alegó:
             – Muy bien, entonces está en libertad señorita.-



            María se retiró y el sirviente se prometió que volvería a recuperarla de nuevo.
            Al día siguiente, el mensajero del rey tocó  dos veces la puerta y, cuando María abrió, le entregó una canasta llena de comida y una bolsa llena de oro. María decidió dar la canasta al pueblo, llamándola “la canasta alimentaria de cada día” y el oro se lo cedió a la iglesia. Así, mientras pasaban los días, María seguía sin comer.
             El mensajero llegó un día,  llamó a la puerta varias veces  hasta que decidió entrar por sus propios medios. Al entrar,  encontró que María yacía en el suelo. Sin vida.
            El rey se enteró de la triste noticia al mediodía y salió corriendo al bazar a buscar al brujo. Al encontrarlo, el rey se arrodilló  y le suplicó:
            - Ya no quiero ser rico si la mujer que amo no está a mi lado
            El brujo, sorprendido, dijo:
            –Condiciones son condiciones, y usted dijo que me daría lo que sea, bueno pues fue su amor lo que exigí a cambio.




            Dicho esto, el brujo se fue y el rey tristemente regresó al palacio, lloró toda la noche hasta que por fin  se quedó dormido.
            Al despertar, a la mañana siguiente, él se encontraba en su antiguo cuarto y María estaba durmiendo a su lado. Contento, abrazó a su mujer y comprendió que el dinero no se comparaba con el amor que sentía por ella. La jaqueca del hombre pequeño, al despertar, era el síntoma de una desagradable pesadilla sufrida en esa noche. 



            A partir de entonces, sus ambiciones se moderaron y comenzó a tomar consciencia sobre su condición de sirviente. Con el tiempo comprendió que la riqueza individual no era la solución ante una monarquía, sino la unión de todos los pobres y sometidos del reino.


 Luciana Godoy- Escuela Normal - 5º4º-  -2012 © all rights reserved